En 1952 nace mi padre Ricardo Briones castillo hijo de José Ignacio Briones y Florisa Castillo. Crece entre los barquito en la arena en Cartagena y sus familiares fotógrafos. A los 18 años obtiene su primera cámara minutera. Y en 1970 obtiene su primera 35mm.
La fotografía despierta en el como algo mas que un oficio y aparte de sacar fotografías en la Quinta Normal también recorre calles y por los años 70 decide tomar algunos talleres de fotografía con Bob Borowicz Lewinka y coloca un local con el nombre de “fotorichad” donde hace retratos y la gente lo busca para sacar fotografías en los colegios, en eventos sociales, fiestas, cumpleaños, matrimonios y bautizos en la comuna de Cerro Navia y Pudahuel.
En la quinta normal...
“Yo tenia 18 años me levanta temprano, tomaba desayuno y partía a la Quinta Normal en una micro, llegaba tipo diez a la quinta.
Armaba la maquina e iba a alguna llave de los jardines y llenaba el tarro con agua limpia. En unas botellas llevaba el revelador y el fijador preparado y llenaba las cubetas. El tarjetero lo llevaba lleno y papel cortado en sobres negros de repuesto, dejaba todo listo y esperaba a que se acercaran los clientes. La gente se arrimaba a ver las muestras y consultaba precios, y yo les decía “ una fotito, salen claritas” y era verdad por que me preocupaba de que la fotografía quedara buena, incluso perdía material y la repetía cuando le encontraba algún detalle.
Así me hacia de clientela por que trabajaba bien y vendía la mejor fotografía. Habían horas que la fotografía quedaba mejor por la calidad de la luz, era en la mañana y en la tarde.
Se usaba papel brillante grado 1 marca Talbot o Kodak en tamaño postal, y el negativo se tomaba en la mitad de la postal.
La gente podía ser una persona dos, tres, cuatro, se ponía como a tres o cuatro metros, la encuadraba con un visor que tenia arriba la maquina y se dejaba lista para la toma, se le decía “no se mueva un segundito” y se le daba como un quinto de segundo al obturador, era algo rápido y ya estaba disparada la fotografía. Ya se había puesto la mitad de una postal en el porta papel chico, enseguida se introducía la mano por la manga se sacaba el papel para echarlo a la cubeta del revelador. Entonces se abría una ventana que tenia un filtro rojo que dejaba entrar solo la luz que necesitaba para ver la imagen en negativo. Arriba de la maquina había un orificio que tenia un resorte que se podía cerrar y abrir para ver el resultado y así poder fijar la imagen. Se dejaba un rato la sacaba y la echaba al tarro con agua para enjuagarla. El negativo mojado se colocaba en la paleta delante del objetivo de la cámara para poder hacer el positivo de la fotografía. La gente se llevaba la fotografía húmeda para secarse en el sol ambiental y siempre quedaba contenta con el resultado ya que se veía en su retrato a los pocos minutos.
A veces la gente llegaba a ultima hora donde no quedaban rayos de sol, ya casi sin luz la imagen igual quedaba plasmada en el papel.”
Carta de mi padre.
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